El llamado de la estirpe by Antonio Malpica

El llamado de la estirpe by Antonio Malpica

autor:Antonio Malpica [Malpica, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-03-15T00:00:00+00:00


Capítulo veinticuatro

Sergio estudió los alrededores durante varios minutos, agazapado en el espacio entre dos autos estacionados. Tenía línea de vista hacia el portón metálico de la casa, al timbre, al muro anaranjado que demarcaba la extensión frontal del inmueble. Hizo memoria del último día que había estado ahí, y se dio cuenta con pesar de que había sido antes de Navidad. Antes de que su amistad con Jop se viniera abajo.

Miró su reloj. Casi daban las 10:00 PM. Había tomado la precaución de apagar su celular después de hablar con Guillén, suponiendo que podían rastrearlo de esta manera. Sabía bien que en su casa, intervenida por Orson y tal vez por los demás, estaba toda la información personal que pudieran necesitar y que esta bien podía conducirlos a casa de Jop.

No quiso llamarlo antes desde algún teléfono público por temor a que se negara a recibirlo. Y era absolutamente indispensable que se vieran. Ya hasta tenía pensado lo que iba a decir para tratar de convencerlo de que se uniera a su búsqueda. «Los dos somos amigos de Brianda» era el argumento más pesado.

Además, necesitaba las habilidades informáticas y cibernéticas de Jop. Su línea de investigación se había simplificado desde que estuvo en compañía de la falsa madre de Arturo Torremolinos. Era obvio que quien lo había implicado en la Krypteia y quien había escindido a Brianda eran uno y el mismo: Oodak. Y Farkas había sido su instrumento. Se lo decía su instinto.

Aunque aún desconocía el por qué de su participación en la Krypteia antes de haber iniciado la búsqueda de Edeth, estaba claro que pensaban utilizar a Brianda como medio de coerción y que no había otro camino para liberarla que dar con Farkas.

Sin embargo, como el hombre lobo no había respondido a ninguno de sus llamados, contaba con que a Jop se le ocurriría algún modo de dar con él a través de la web. Solo esperaba no tener que ir a Hungría o aun más lejos para rescatarla.

Continuó aguardando.

«No sé qué decirte, —evocó las palabras de Julio—. Tu historia parece sacada de una película de miedo. O de un libro de monstruos. No sé».

Sergio había sido completamente honesto con su cuñado. Y aunque este lo había escuchado con interés y respeto durante toda la comida, no dejó de sentirse ridículo. En un ambiente tan plástico como el del restaurante que habían elegido, con música suave, meseras de sonrisa artificial y mobiliario de colores vistosos, la mera mención de la lucha ancestral entre héroes y demonios resultaba absurda, infantil, producto de una imaginación desbordada. Aun así, no dejó de contarlo todo y de ser preciso en el papel que deseaba que Julio desempeñara.

«Tienes el halo de fortaleza. Eso significa que puedes empuñar la espada. Te estoy pidiendo que te unas. Lo que me corresponde carece de sentido si no tengo a mi lado a alguien como tú».

No obstante, tras haber agotado tres cafés, Julio solo pudo hacerle una precaria promesa: «Lo pensaré, pero antes necesito que conozcas a alguien».



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